miércoles, 11 de mayo de 2011

Más allá de Japón y Libia

MÁS ALLÁ DE JAPÓN Y LIBIA:
LA MUJER ARABE Y EL WAHABISMO SAUDÍ
Por Mon González

Occidente no quiso reconocer que el Fronte Islamique de Salvation (FIS) había ganado limpiamente unas elecciones democráticas en Argelia en 1991, dos años después de que Chadli Benyedid hubiera aprobado el multipartidismo en ese país. En 2006 Occidente sí reconoció que Hamas había ganado unas elecciones libres y democráticas en Palestina, pero se cortocircuitó ab initio el Gobierno que salió de aquellas elecciones. Ambas acciones han costado decenas de miles de muertos en el Mediterráneo en los últimos veinte años.

Ahora el Mediterráneo se encuentra, en mi opinión, ante su tercera encrucijada reciente –y digo reciente, pues históricamente ha habido centenares de ellas-. Pero esta vez es diferente, ¿por qué? Porque ya no vivimos -¡felizmente!- en un mundo compartimentado, sino en un mundo interconectado.

Primero, como ciudadanos de un mundo interconectado, deberíamos empezar a ser coherentes de una vez y tomar conciencia de que interconexión implica necesariamente interdependencia. Y en lugar de escuchar las noticias y quedarnos simplemente observando la tragedia de Japón (con 15.000 muertos y 500.000 refugiados), deberíamos ser coherentes y concentrar nuestros esfuerzos no en bombardear precisamente ahora Libia, pero en ayudar a  la población japonesa -¡bendita población!-, que pese a vivir en el segundo país económicamente más poderoso del mundo, ha sufrido una tragedia sin precedentes. No olvidemos que Japón sufrió un desastre natural similar hace quince años (y que entonces causó 6000 muertos) y nadie les ayudó. ¡No olvidemos el pasado!

Segundo, porque la interdependencia debería de una vez por todas empezar a implicar veracidad y apertura, sino tendremos que seguir construyendo cada días que pasa crecientes escenarios falsos, encima de las tragedias que ya de por sí experimentamos, con el fin de cubrir las mentiras políticas o los intereses economicistas que subyacen a ciertas decisiones políticas.

Y ahora, en este mundo interrelacionada, no contamos solo con los canales oficiales de información, que podían ser manipulados como hasta ahora cuando los intereses estratégicos de unos u otros eran lo suficientemente fuertes, sino que ahora contamos con canales alternativos de información, entre ellos los de la gente de la calle, y es mucho más difícil que todos ellos se aúnen para contar la misma mentira, y por ende hay mucha más probabilidad de que las verdades acaben permeando.

De las fuentes abiertas de información se puede interpretar el conflicto libio de una manera muy distinta a como lo estamos haciendo. El 11 de febrero 2011 cayó Mubarak en Egipto. Ese día, el lastre wahabi que lo sostenía, decidió empezar a mandar sus vándalos hacia el oeste [como ya hizo en los años noventa, en que concluida la aventura contra el enemigo ruso en Afganistán, esos mismos wahabis crearon el Lybian Islamist Front, contra el que Gadafi luchó y al que menos mal que venció, si no ahora tendríamos un Afganistán en Libia]. Esos vándalos se reagruparon en torno a Bengasi entre el 15 y el 17 de febrero. A raíz de esto el régimen libio [el único régimen panarabista que ha logrado sobrevivir desde la segunda ola de revoluciones árabes en los años cincuenta y sesenta] empezó a pedir a los extranjeros que abandonaran el país: China por ejemplo fletó inmensos aviones y sacó a sus 30.000 trabajadores en cuestión de una semana. Pero eso ya afectó los intereses economicistas de Occidente y ahí empezó la presión para iniciar un ataque frontal que quitara a  Gadafi de en medio. Pero como esos intereses creados ya no están solos a la hora de regir el mundo, el mandato resultante, la Resolución del CSNU 1973 fue muy equilibrada, pues autorizaba una zona de exclusión aérea (ZEA) para proteger a los civiles [que aunque nos cuenten que están atrapados solo bajo las bombas de Gadafi, lo cierto, por las fuentes adicionales de información de que se dispone ahora, es que están atrapados en el fuego cruzado entre los rebeldes infiltrados desde Egipto y las tropas libias], pero no el uso indiscriminado de la fuerza para deponer a Gadafi. Es una Resolución que consagraba y articulaba algo que nos ha costado muchísimo poner negro sobre blanco en términos de raza humana: la Responsabilidad de Proteger (R2P). Y la Resolución también consagraba la mediación internacional, entre otros, de la Unión Africana. Y han estado intentando hacerlo lo mejor que han podido.

En tercer lugar, más allá de las dos encrucijadas que he mencionado arriba (ayudar a Japón versus bombardear precisamente ahora Libia, y veracidad versus seguridad e intereses creados) la situación ahora es muy distinta porque también nos encontramos en una encrucijada fundamental que va más allá del régimen libio, y que puede ofrecer una ocasión de oro en términos de los derechos de la mujer en el mundo. ¿Cómo y porqué?

La tercera encrucijada fundamental en que nos encontramos ahora es: deseamos permitir que sistemas patriarcales feudales sigan prevaleciendo en los mundos árabes y musulmán [y el mero derrocamiento solo de Gadafi, va en esa dirección], es decir, que feminicidios y crímenes de honor sigan quedando impunes por códigos penales que los ignoran como delitos y simplemente no los penalizan; o vamos a ser suficientemente valientes; aprovechar esta oportunidad histórica; ir a la causa profunda de las injusticias contra las mujeres árabes y musulmanas; abordarlas en serio y con un auténtico sentido de la responsabilidad; y colaborar en el proceso de liberación de esas mujeres y, por ende, de sus hijas? Y los regímenes a los que verdaderamente hemos de hacer frente, ambos, no sólo uno, si queremos que el proceso de liberación de la mujer árabe y musulmana sea una realidad algún día son la monarquía sunita wahabita saudí y la república chiita ayatolahi iraní.

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