miércoles, 11 de mayo de 2011

La mujer árabe y el islamismo moderado

LA MUJER ARABE Y EL ISLAMISMO MODERADO
Por Mon González

Occidente mira hacia otro lado en relación con algo que tiene que ver con el Mediterráneo por tercera vez en 20 años.en 1991, no quisimos reconocer que el “Fronte Islamique de Salvation” (FIS) había ganado limpiamente unas elecciones democráticas en Argelia, dos años después de que Chadli Benyedid hubiera aprobado el multipartidismo en ese país. En 2006 Occidente sí reconoció que Hamas había ganado unas elecciones libres y democráticas en Palestina, pero se cortocircuitó ab initio el Gobierno que salió de aquellas elecciones. Ambas acciones han costado decenas de miles de muertos en el Mediterráneo en los últimos veinte años.

Ahora el Mediterráneo se encuentra, con lo que esta acaeciendo en Libia, ante su tercera encrucijada reciente –y digo reciente, pues históricamente ha habido centenares de ellas-. Pero esta vez es diferente, ¿Por qué? Porque ya no vivimos -¡felizmente!- en un mundo compartimentado, sino en un mundo interconectado, donde la información y por ende los análisis pueden fluir libremente. Y porque el actual ataque a Libia ha sido precedido por el derrocamiento de dos dictadores árabes, en cuyos países están avanzando a un ritmo imparable alentadores experimentos de democracia árabe, y que están probando que muchos de nuestros miedos eran injustificados.

El reto actual no tiene tanto que ver con Libia [ver el artículo anterior para eso], sino con la prevalencia de sistemas patriarcales feudales en los mundos árabes y musulmán [y el mero derrocamiento solo de Gadafi, va en esa dirección], es decir, que feminicidios y crímenes de honor sigan quedando impunes por códigos penales que los ignoran como delitos y simplemente no los penalizan; o vamos a ser suficientemente valientes; aprovechar esta oportunidad histórica; ir a la causa profunda de las injusticias contra las mujeres árabes y musulmanas; abordarlas en serio y con un auténtico sentido de la responsabilidad; y colaborar en el proceso de liberación de esas mujeres y, por ende, de sus hijas? Y los regímenes a los que verdaderamente hemos de hacer frente, ambos, no sólo uno, si queremos que el proceso de liberación de la mujer árabe y musulmana sea una realidad algún día son la monarquía sunita wahabita saudí y la república chiita ayatolahi iraní. Pero debemos hacer frente a ambos, pues haciendo frente solo a uno de ellos, indirectamente estamos haciendo el juego a la otra parte y entre ambas existen complejas rivalidades religiosas que datan más de mil años.

Vayamos primero al mundo sunita. Lo que subyace a muchas de las injusticias en el mundo árabe sunita y lo que está específicamente detrás de las injusticias contra las mujeres árabes en los países árabes sunitas es el wahabismo saudí. 

Wahabismo era una rama muy minoritaria del Islam sunita cuando Abd al-Aziz ibn Saud (cuya familia, y casi solamente su familia, practicaba este tipo de Islam) empezó a conquistar por la fuerza los alrededores de Riad y el propio Riad en 1902; conquistó por la fuerza en 1924 la ciudad santa del Islam, la Meca; echó de la Meca a los “Sharif al Mecca” (“sharif” significa “noble” en árabe), una institución que había dirigido el lugar más sagrado del Islam desde la época fatimida (967 d.C); y estableció wahabismo como la religión de estado en Arabia Saudí. Desde entonces, el wahabismo se ha convertido en la principal fuerza impulsora detrás de la totalidad del Islam sunita, de ahí que lo que pasa en Arabia Saudi no sólo afecta al mundo árabe, sino a la mayoría del mundo islámico, ya que la mayoría de los musulmanes en el mundo son sunitas.

Y si wahabismo hubiera sido simplemente una rama minoritaria del Islam sunita, pero una rama equilibrada en términos del mensaje verdadero del Profeta, que también implicaba igualdad de género, todo habría estado bien. Pero no fue así. El wahabismo era y es la ideología más machista de todo el espectro ideológico sunita. Y de ahí que el país donde se aplica de manera más concienzuda, Arabia Saudí, sea el país árabe en el que las mujeres gozan de menor número de libertades humanas. Y exactamente lo mismo puede ser dicho de Afganistán bajo los talibanes. La ideología machista del wahabismo está detrás también de los talibanes afganos, y por ende está detrás también de las injusticias, no sólo contra mujeres árabes en los países árabes sunitas, sino contra las mujeres musulmanas en los países musulmanes sunitas. No obstante, hablar solo de machismo no hará que ningún político en Occidente pestañee, con lo que sigamos con el análisis hasta que lleguemos a un punto que les duela, y que por ende pueda despertar algún tipo de reacción en apoyo de la verdadera causa árabe y musulmana, y por ende de la mujer  árabe y musulmana, la causa de la libertad y el estado de derecho.

En segundo lugar, el wahabismo es originario de un país, Arabia Saudí, cuyo régimen ostenta la ideología más feudal de todo el mundo árabe. Una ideología feudal que muchos otros monarcas o dictadores árabes imitan con gusto. Feudal en el sentido de que es elitista, dictatorial y anti-democrática. Este último rasgo subyace a una de las acusaciones baratas que se escuchan a menudo en Occidente: los árabes son incapaces de gobernarse a sí mismos en democracia. La gente que dice eso, primero, no conoce verdaderamente a los árabes y desconoce que sí han sido capaces de gobernarse a sí mismos cuando al panarabismo le ha sido permitido existir, por ejemplo en Egipto entre 1954 y 1970 con Jamal Abdel Nasser; y, segundo, muestran que se han tragado completamente el anzuelo dictatorial saudí. Bien por ellos, pero no por los millones de árabes que viven en paupérrimas condiciones económicas y se ven forzados a emigrar en busca de un modo de vida digno. En oposición a esta pobre mayoría árabe, hay una pequeña minoría de oligarcas saudíes (que se llaman a sí mismos reyes, príncipes, y así se envuelven en el halo intocable del elitismo monárquico, obligándonos a mirar hacia otro lado y a mantenerlos en el poder, no vaya a ser que a alguien se le ocurra seguir ciertos ejemplos y se empiecen a derrocar monarquías en Japón o en Europa). Estos oligarcas saudíes disfrutan de condiciones de vida  muy pudientes, y la excusa que tienen para mantener ese inmoral tren de vida [no son los únicos inmorales, por cierto, pues muchos banqueros occidentales hacen lo mismo] es que tienen cientos de miles de toneladas de reservas petrolíferas [cuyo desmesurado volumen sostenido hasta ahora a capa y espada por fin empieza a ser cuestionado por varios expertos], obligándonos de nuevo a mirar hacia otro lado, de modo que no se vean afectados nuestros intereses estratégicos.

En tercer lugar, la dictadura machista elitista anti-democrática y feudal del wahabismo saudí instiga [o ha permitido abiertamente a sus nacionales instigar en el pasado] un doble juego contra Occidente. Para que así permanezcamos eternamente atrapados. Osama bin Laden, en ese momento financiado por el régimen saudí, fue clave en el reclutamiento de yihadistas wahabis, también llamados salafistas, para luchar contra la Unión Soviética tras la invasión de Afganistán por esta en diciembre de 1979. Una vez que la tarea de expulsar a los soviéticos estuvo acabada, esas mismas fuerzas estuvieron detrás del Frente Islamista Libio contra Gadafi en Libia, los ataques contra intereses turísticos en Egipto, la fanatización y el desmembramiento de Somalia, y los ataques contra las Embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania en los años 90. Fue únicamente tras este último episodio que se empezó a convertir en algo preocupante para Occidente, pero lo que Occidente no había querido ver hasta entonces era que el extremismo irracional desatado del wahabismo ni conocía ni conoce límites. Y a partir de ahí tuvimos el 11-S en EEUU en 2001, el 11-M en Madrid en 2004, el 7-J en Londres en 2006, solo por citar algunos. Le pusimos una marca al asunto, como nos suele gustar hacer: Al Qaeda. Y sabíamos y sabemos de sobra que es el wahabismo lo que estaba y lo que está detrás de ello: cada día que pasa soldados occidentales mueren en Afganistán por esa causa. Y aunque aquí sí duele, somos incapaces de dejar de morder el anzuelo. ¿Por qué? Por que quienes controlan esta situación son los propios intereses creados economicistas de las maquinarias bélicas. ¿Cómo? Nos han estado haciendo creer que esos yihadistas wahabis están en cierto modo ligados al islamismo moderado, y que por ende estos islamistas también suponen una amenaza para nosotros, y todos los islamistas son malos y son una amenaza: el Islam es peligroso. Y a través de esto Occidente está atrapado en la ratonera de los que intenta atrapar.

La idea de que los islamistas moderados son peligrosos ha sido sembrada a propósito en las mentes occidentales por sus más acérrimos opositores: los wahabis. ¿Por qué? Cuando los wahabis echaron al islamismo moderado de la Meca en 1924, el islamismo moderado se vio obligado a buscar un puerto seguro alternativo, y empezaron a desarrollarse en lo que se conoce en árabe como “Um al-Dunia”, “la Madre del Mundo”, Egipto. En 1928 Hassan al Banna creó en Egipto  los Hermanos Musulmanes, una alternativa musulmana sunita al también sunita wahabismo, pero a diferencia de éste, los Hermanos Musulmanes nacieron con una vocación genuina de trabajar por el bienestar social de la gente, siguiendo el verdadero espíritu del Islam. Esos son los islamistas sunitas moderados, que han sido tan temidos por Occidente, y los saudíes estaban muy interesados en que nos creyéramos que eran nuestros enemigos. Y esta misma ideología islamista moderada estaba detrás del FIS en Argelia en 1991 y de Hamas en Palestina en 2006 [los dos casos con los que empecé este artículo, e incluso en esos casos la ideología puede seguir siendo moderada mientras respetemos para ellos las reglas del juego (elecciones) que ponemos tanto para ellos como para nosotros].

Una ideología moderada islamista equivalente es la que subyace al AKP que detenta el poder en Turquía desde 2002 y sin que por ello haya habido ningún terremoto político. Y digo equivalente, porque hay matices. Son equivalentes porque ambas son moderadas y no violentas. Pero son diferentes en la medida en que el AKP es más elitista, y en esto conecta mejor con el régimen saudí, mientras que los hermanos musulmanes conectarían mejor con la tradición califal pre-Ataturk, que en contra de los que el término “califa” podría sugerir, tenía un espíritu más genuino de preocupación por los más pobres, más comunista en ese sentido, en línea con uno de los cinco preceptos o pilares del Islam: la caridad, tanto en su forma más obligatoria (“zakat”, 10% de los ingresos) o voluntaria (“sadaqa”).

Y hasta ahora he hablado sobre los sunitas, analicemos ahora el chiismo. La amenaza del chiísmo para Occidente también ha sido una carta que los saudíes han sabido jugar muy bien para mantener a Occidente de su parte. De ahí que Occidente haya sido muy consciente de esta amenaza desde septiembre de 1979 en que triunfó en Irán la revolución ayatolahi. Ambas ramas del Islam, sunitas y chiitas, han creado su propia historiografía sobre la base de la exclusión del otro[1]. Y Occidente no debería entrar a saco en los que son sentimientos y tradiciones religiosas e históricas altamente complejas. Lo que Occidente sí puede hacer es medir a todos por el mismo rasero, especialmente ahora en este mundo globalizado donde la información fluye de una forma imparable. Y el régimen chiita ayatolahi iraní es igual de machista, elitista, dictatorial y anti-democrático que su contraparte sunita wahabi saudí.

El islamismo moderado tanto sunita como chiita [y como ejemplo de islamismo moderado chiita podíamos poner a los chiitas de Líbano que han formado parte del último Gobierno libanés] no supone un peligro ni para Europa, ni, siempre que se inserte dentro de un sistema democrático, para los países árabes o las mujeres árabes, o los países musulmanes o las mujeres musulmanas. El único país en el mundo para el que los islamistas moderados pueden suponer un riesgo es Israel y todo ello únicamente en la medida en que Israel siga mostrando nimia intención de firmar un acuerdo de paz digno con los palestinos. Y a través de esto puede representar una amenaza indirecta a los judíos estadounidenses, de ahí que aquí haya separado a propósito Occidente en dos: Europa y EEUU.

La ola de revoluciones árabes que ha seguido al derrocamiento de Ben Ali el 14 de enero de 2011 ha demostrado que es falsa la acusación de que los islamistas moderados son un peligro para el mundo. Los islamistas moderados están participando en los procesos democráticos resultantes y está funcionando. En Túnez, han ido incluso más allá: los islamistas moderados de an-Nahda han apoyado el pasado 12 de abril de 2011 listas paritarias de cremallera para las elecciones a la Asamblea Constituyente. Todos sabemos que Túnez siempre ha sido pionera en término de derechos de la mujer: desde que Habib Bourguiba publicara por primera vez el Estatuto Personal de la mujer en 1957, que fue ampliado posteriormente, Túnez ha estado a la cabeza de las libertades de la mujer en el mundo árabe. Con algo tan simple para el lector occidental como ser capaz de divorciarte sin perder por ello la custodia de sus hijos. Algo que resulta impensable en casi todos los otros países árabes, donde, en primer lugar, no pueden divorciarse, pero en los pocos que sí pueden hacerlo, no pueden volver a ver a sus hijos. Y poder ver a sus hijos es fundamental para una mujer, los ha llevado en su vientre, e incluso cuando es maltratada, nunca querrá dejar a su maltratador, por miedo a no volver a ver a sus hijos. ¿Por qué seguimos permitiendo esto? ¿O porqué seguimos mirando hacia otro lado cuando, instigados por wahabis o ayatolahis, se producen feminicidios por lapidación? ¿Por qué? ¿Hasta cuándo?

Midiendo con el mismo rasero a los dos regímenes más machistas del mundo musulmán arriba mentados (la República chiita ayatolahi iraní y la monarquía sunita wahabita saudí) y empujando a ambos y al resto de países de la región (y eso incluye las otras monarquías del Golfo, Yemen, Siria, Marruecos, Libia, Argelia, etc) a la democracia y el estado de derecho [o al menos no poniendo trabas, cuando sus poblaciones lo piden y luchan por ello, como se está haciendo ahora en Bahrein con apoyo saudí ¿y connivencia de allende?], se puede ayudar el destino último de las mujeres árabes y musulmanas. Nada puede ayudar más a las mujeres árabes y musulmanas que la democracia y el estado de derecho, pero no hay nada a lo que los dirigentes de esa región teman más que esas dos “maldiciones”.

Y si no me creen porque soy una occidental, hablen con ellas, hablen con las mujeres árabes y musulmanas de la zona, hablen con la saharaui Amanaitou Haidar; o las marroquíes Tifraz Idura o Fatema Merniss; o las tunecinas Sihem Bensedrine, Radia Nasraoui o Essia Hablasen; o las egipcias Nawal al-Sadawi o Zeinab Magdi; o la saudí Wajeha al-Huwaider; o la libanesa Joumana Haddad; o la iraní Shirin Ebadi. Googeléelas y lea lo que opinan. Y luego abran sus ojos y empiecen a apoyarlas. Ya es hora de que todos lo hagamos. Tenemos que dejar de lapidar a las mujeres y tenemos que empezar a usar esas piedras para construir un nuevo mundo, en el mundo árabe y en todo el mundo, done la democracia y la igualdad de género sean los principios rectores y donde la violencia de género sea perseguida judicialmente y castigada con severidad. Ese es el ejemplo honrado que debemos dar a generaciones futuras.

Visita mi página web: http://www.mongonzalez.es/

 

[1] Interesting essay by Johan Winters of the origins of Shi’ism:  http://bahai-library.com/personal/jw/my.papers/origins.html

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